Entrevista a Pablo Farinós: Cómo promover la Educación Ambiental en relación al Mar Menor

Pablo Farinós, profesor de Didáctica de Ciencias Experimentales, nos habla de la importancia de la educación ambiental desde su punto de vista como educador de educadores, y de cómo ve las carencias de las generaciones jóvenes en relación al conocimiento del medio ambiente de nuestro entorno, así como de propuestas para mejorar esas carencias.

¿Cómo llegaste a ser profesor de Didáctica de las Ciencias Experimentales?

Estudié Ciencias Ambientales. Tras terminar, comencé la fase de Tesis en el departamento de Ecología e Hidrología de la UMU, en el grupo de investigación de Ecosistemas Mediterráneos. Mi línea de trabajo fueron las aves acuáticas como bioindicadores en humedales, concretamente en el Mar Menor. Hacia la mitad del periodo de tesis, en el curso 2011/12, y de manera bastante fortuita comencé a dar clase en ISEN, cuando comenzó su andadura como centro adscrito a la UMU impartiendo los grados de Maestro de Educación Primaria e Infantil. Por mi perfil, evidentemente se me asignó la docencia en el área de Didáctica de Ciencias Experimentales. Desde entonces he descubierto las enormes sinergias entre la Didáctica-Enseñanza del Medio y la Ecología.

¿Qué carencias ves en l@s jóvenes que estás formando en relación al conocimiento del entorno natural que les rodea y en particular al Mar Menor?

Absoluta. Doy clase en 2º y 3º del Grado de Primaria y en 4º del Grado de Infantil. El rango de edad de los alumnos que suelo tener es entre 19 y 25-30 años. Las carencias sobre lo “que hay ahí fuera” son descomunales. No tienen conocimiento de la mayor parte de fauna ni flora que nos rodea, de la biodiversidad asociada a los paisajes mediterráneos en general. Tampoco tienen una percepción sobre esa diversidad de ambientes y paisajes que nos rodean (más allá de la clasificación básica de edad escolar -bosques, desiertos, selvas, polos y poco más-). De igual manera, los alumnos no son conscientes de todos los problemas derivados de la interacción del ser humano con esa biodiversidad. Además, carecen de los mecanismos y procedimientos científicos básicos (alfabetización científica básica, procesos de razonamiento lógico, pensamiento hipotético-deductivos) para hacer un análisis crítico de esas interrelaciones ser humano-medio que todos los días “miran, pero no ven”.

Por ende, esa falta de conocimiento (conceptual), capacidad de análisis y crítica (procedimientos), se traduce en una falta de sensibilidad, conciencia, comportamientos y hábitos (actitudes). Pero el problema no termina aquí, con estos ciudadanos adultos y activos con innumerables carencias científicas y de pensamiento sostenible. Estos adultos estudian magisterio, es decir, van a ser educadores de niños entre 3 y 11 años, que serán los futuros adultos del mañana. Si tienes enormes carencias en conocimientos, procesos y actitudes, es imposible que puedas realizar una enseñanza significativa y duradera en esos niños, es imposible que intentes cambiar paradigmas (si tú no los has cambiado).

Con el Mar Menor ha pasado algo diferente: hasta octubre de 2019, el conocimiento y percepción sobre sus verdaderos problemas (drenajes agrícolas, sobre explotación de acuíferos, desalación, puertos y otras infraestructuras, dragados, y un largo y triste etc.) estaba igual de sesgado o era inexistente en general entre el “ciudadano medio”, lo que incluye a mis alumnos. En mis clases, abordábamos cada curso el tema, y comprobaba que esto era así. Entonces los llevaba a la desembocadura de la  rambla del Albujón, al saladar de Lo Poyo  o al puerto de los Urrutias, les explicaba los problemas in situ, y al menos, ese grupo de alumnos parecía cambiar el “filtro” con el que miraba a la laguna.

No obstante, como digo, a partir de octubre de 2019, a raíz de los trágicos acontecimientos que vivimos de mortandad masiva de organismos lagunares (y la divulgación que medios y redes sociales hicieron), la ciudadanía ha comenzado a abrir los ojos. Sinceramente, creo que ese punto límite que se alcanzó y el grado de dramatismo y sensacionalismo que se le dio (y que no era para menos) posibilitaron ese cambio de conciencia sobre un tema local.

Ha ocurrido un poco lo mismo con los plásticos y los océanos en estos dos últimos años, creo. Por suerte, creo que está habiendo un cambio de conciencia global en algunos temas concretos como estos.

¿Qué herramientas enseñáis para fomentar el conocimiento del entorno natural?

Sinceramente, mi mejor herramienta es el contacto directo con el medio. Trabajamos con el modelo de ser vivo a través de las plantas en unos pequeños huertos que tenemos en el centro. Salimos a diferentes espacios naturales (Mar Menor, Calblanque, Cabo Tiñoso, Portmán, ramblas), a Centros de Educación Ambiental, Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de “El Valle”. La vivencia directa es lo que mejor calado provoca. Intento que aprecien lo que les rodea (que toquen, huelan, sientan), que les guste, que lo valoren, y a partir de ahí, lo demás viene solo…si conoces lo que hay, puedes valorarlo, incluso amarlo, y desde luego, realizar una enseñanza sobre ello absolutamente motivadora y significativa, trasladando ese conocimiento y sentimientos a las futuras generaciones. No olvidemos que cada uno/a de mis alumnos/as van a ser maestros y referentes para cientos o miles de niños durante su vida profesional. Cada uno de esos niños y niñas será el día de mañana un ciudadano, con unas inquietudes, una ideología, unos hábitos de consumo, etc.

Por otro lado, trabajamos la didáctica, por supuesto. Intento dotarles de un elenco de posibilidades y enfoques metodológicos variado y actual, bajo el marco constructivista de enseñanza. Favorecemos los juegos (los de simulación o de rol son geniales para trabajar contenidos de Ciencias Naturales), pequeños experimentos, debates, recursos como los cuentos con enfoque ambiental, etc. Como ejemplo, durante el curso 2018/2019 publicamos un libro de cuentos ambientales para Infantil y Primaria que fue creado por un equipo de trabajo mixto entre profesores y alumnos de grado. Precisamente, ese libro intenta dar respuesta a estas carencias que comentamos, ofreciendo a los niños un buen repaso a la biodiversidad más emblemática del sureste mediterráneo y sus problemáticas ambientales a través de nueve relatos originales y sus propuestas pedagógicas para trabajar en el contexto escolar. Dejo un enlace a la Editorial por si resulta del interés de alguien (https://www.balduque.es/eduque/)

Quiero destacar también el Programa de Voluntariado de ISEN. Los diferentes proyectos de voluntariado universitario que desarrollamos tienen en general un fuerte componente de educación ambiental y/o social. Valga como ejemplo el “Proyecto de voluntariado en Educación Ambiental y Hábitos Saludables: el huerto escolar ecológico” en el que mis alumnos colaboran con varios centros escolares en la puesta en marcha de actividades de enseñanza en torno al huerto escolar.

¿Cómo se podría fomentar la educación ambiental a la sociedad (jóvenes y mayores) en relación al Mar Menor?

Bueno, es una pregunta quizás demasiado amplia. Según el sector, el contexto y desde luego, el grupo de edad.

Con respecto a los jóvenes, tengo claro que son los contextos de educación formal y no formal los idóneos (siempre que se realice un buen proceso de Enseñanza-Aprendizaje, actualizado, constructivista, con significación para el estudiante). Además, los menores aún están formando un modelo de vida, es fundamental incidir en esas edades clave. Desde luego, es necesario también comenzar a regular los hábitos de consumo digital, ya que son absolutamente contraproducentes (tal y como suele enfocarse su uso habitual). Son terribles las bajas estadísticas que se pueden leer sobre el juego al aire libre de los niños en Gran Bretaña, con enormes repercusiones no solo en ese escaso conocimiento y conciencia ambiental, sino también en su nivel de salud individual. La burbuja tecnológica en la que se están criando los niños ayuda poco a paliar todas estas carencias. Insisto, al menos, tal y como se propicia el uso de la tecnología el 99 % del tiempo.

Con respecto a los mayores, es más difícil. Creo que un factor clave es ponerles el foco, y aquí es necesaria la participación de los medios y canales de información, en los problemas locales (los que les pueden afectar directamente, a su comodidad, a su bolsillo). Ha pasado con el Mar Menor.

Pero el problema es complejo: primero, están las administraciones y su incapacidad o falta de compromiso y voluntad para cambiar los modelos de desarrollo. Esto hace que muchos problemas que genera nuestro modelo de vida en el entorno, no llegan al ciudadano medio, pues se ignora, adultera, tergiversa o desvirtúa la realidad por parte de administraciones y grupos con intereses económicos (empresas, por ejemplo). Ello, unido a toda esa carencia formativa en el ciudadano medio, es un tándem explosivo. A eso le unimos la desconexión que creo que existe (si bien poco a poco creo que esto está cambiando también) entre el mundo científico y el mundo cotidiano, que impide que el mensaje de los científicos (presumiblemente, objetivo y sincero) no llegue al ciudadano o llegue y no se entienda.

Quiero creer que la mayor parte de las personas son buenas personas, tienen emociones, tienen empatía y cierta sensibilidad. Es cuestión de enfocar su atención, dotarles de un conocimiento mínimo y una capacidad crítica y de reflexión. Tristemente, la emergencia planetaria nos va a “ayudar” a sentir, cada vez más en nuestra propia piel, los efectos de lo que llevamos 150 años haciéndole al sistema natural global. Ahora bien, cuando sentimos las cosas de cerca, cuando nos “toca” lo nuestro, entonces somos infalibles actuando, somos decididos y cambiamos lo que haga falta cambiar. Sinceramente, creo que poco a poco estamos entrando en una era de cambio de conciencia global, al menos en lo ambiental. Se han visto ciertos indicios estos últimos dos o tres años.